Las obras de misericordia corporales son de suma importancia para la práctica de la fe católica. Están arraigados en las Escrituras y en la práctica constante de la iglesia. Animo a todos los seguidores de Jesús a practicar con frecuencia estos actos de caridad y compasión. Se enumeran a continuación:
1. Dar de comer al hambriento
2. Dar de beber al sediento
3. Vestir al desnudo
4. Refugiar a las personas sin hogar
5. Visitar a los encarcelados
6. Visitar a los enfermos
7. Enterrar a los muertos
El mensaje constante de las Escrituras es que debemos responder a las necesidades concretas de los pobres y los que sufren. En el Evangelio de Lucas, la multitud preguntó a Juan el Bautista: “¿Qué debemos hacer?” Él respondió: “El que tenga dos capas, que dé una al que no tiene, y el que tenga de comer, haga lo mismo” (Lc 3:10-11).
En la parábola de Jesús sobre Lázaro y el hombre rico en Lucas 16, el hombre rico festejaba espléndidamente todos los días, mientras que el pobre mendigo Lázaro yacía hambriento a su puerta. El rico dejó que su riqueza lo aislara de las necesidades reales de su prójimo. Por su propia elección, acabó en el tormento eterno (Lc 16:19-31).
La Primera Carta de Juan dice: “Si uno goza de riquezas en este mundo y cierra su corazón cuando ve a su hermano en apuros, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijitos, no amemos con puras palabras y de labios para afuera, sino de verdad y con hechos … Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Pues éste es el mandamiento que recibimos de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Jn 3:17-18; 4:20-21).
La fe religiosa auténtica se expresa naturalmente en la acción. La Carta de Santiago ofrece una enseñanza sencilla e inequívoca: “Si un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse ni qué comer, y ustedes les dicen: “Que les vaya bien, caliéntense y aliméntense”, sin darlos lo necesario para el cuerpo, ¿de qué les sirve eso? Lo mismo ocurre con la fe: si no produce obras, es que está muerta” (Santiago 2:15-17).
El juicio final
El principal pasaje de las Escrituras que forma la base de la lista de las obras de misericordia corporales es la enseñanza de Jesús en Mateo 25:31-46 sobre los criterios que se utilizarán en el Juicio Final de cada ser humano. Todos seremos juzgados por cómo hemos respondido, durante nuestra vida aquí en la tierra, a las necesidades de los demás.
Al final, cada uno de nosotros estaremos ante el tribunal de Dios y tendremos que dar cuenta de lo que hemos hecho con nuestra vida y de lo que no hemos hecho. El Hijo del Hombre se sentará en su trono y separará a todo el pueblo que jamás haya existido. Aquellos que hayan respondido con una acción amorosa hacia su prójimo irán a la vida eterna, y aquellos que hayan respondido sin una acción amorosa hacia su prójimo irán al castigo eterno.
A los que van al cielo, Cristo les dirá: “Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver. En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí” (Mt 25:35-36, 40). De este pasaje la iglesia ha derivado nuestra lista de las siete obras de misericordia corporales.
Las decisiones que tomamos en nuestra vida afectan lo que le sucederá a nuestra alma después de la muerte. Nuestras acciones y nuestras inacciones tienen consecuencias. Por supuesto, creemos que la salvación es un don gratuito de la gracia inmerecida de Dios, pero también debemos recordar lo que Jesús dice en Lucas 12:48: “Al que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y cuanto más se le haya confiado, tanto más se le pedirá cuentas.”
Mensaje consistente
A lo largo de la historia de la iglesia, nuestra enseñanza constante ha sido enfatizar fuertemente la importancia de compartir nuestros recursos con los necesitados. Por ejemplo, San Juan Crisóstomo, el Padre más prolífico de la Iglesia, dijo en el siglo IV: “el no permitir que los pobres compartan nuestros bienes es robarles y privarlos de la vida. Los bienes que tenemos no son nuestros sino de ellos” (Hom. en Lázaro 2,5).
Santa Rosa de Lima cuido de los pobres y los enfermos, y su madre se quejaba de ello. Rosa respondió: “Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos dejar de ayudar a nuestro prójimo, porque en él servimos a Jesús” (P. Hansen, Vita mirabilis, 1668).
El Catecismo de la Iglesia Católica de 1993 lo dice muy claramente: “Dios bendice a los que ayudan a los pobres y reprueba a los que se niegan a hacerlo” (núm. 2443).
Obras de misericordia y la Eucaristía
En la Eucaristía experimentamos el amor y la misericordia de Dios, y luego debemos llevar ese amor y misericordia a los demás. Así como hemos recibido amor, debemos extender amor. Nuestro encuentro con Jesucristo en la Eucaristía es el modelo y la medida de nuestro amor abnegado y derramado por los demás. Fortalecidos y nutridos por la Sagrada Eucaristía, tenemos el poder de amar a nuestro prójimo necesitado. Además de asistir a Misa, recibir los sacramentos, y decir oraciones, nuestra fe católica incluye necesariamente tomar medidas que alivien el sufrimiento de los demás.
Actualmente estamos en un período de tres años de avivamiento eucarístico en la Iglesia Católica aquí en los Estados Unidos. El acto más importante del culto cristiano es una comida sagrada. Cristo nos alimenta en la Eucaristía y, en respuesta, somos llamados a alimentarnos unos a otros. El acto de proporcionar comida a alguien es en sí mismo un acto religioso. Nuestra fe católica nos permite reconocer la presencia de Cristo en la Eucaristía. Nuestra fe también nos desafía a reconocer la presencia de Cristo en nuestro prójimo necesitado.
Aquí hay una lista de algunas formas sugeridas en las que podemos llevar a cabo las siete obras de misericordia corporales.
1. Dar de comer al hambriento
• Elijir no dar por sentado la comida.
• Elijir no comer en exceso y no desperdiciar comida.
• Ayudar en esfuerzos locales como la Sociedad de San Vicente de Paul, Caridades Católicas, Catholic Outreach, Helping Hands, y bancos de alimentos y despensas de alimentos locales.
• Servir en un comedor de beneficencia local.
• Preparar comidas para alguien cuyo familiar está enfermo o acaba de fallecer.
2. Dar de beber al sediento
• Repartir botellas de agua a las personas sin hogar.
• Proporcionar una infraestructura y un suministro de agua saludable.
• Conservar agua.
• Llevar un vaso de agua fría a un vecino que esté trabajando en el jardín.
3. Vestir al desnudo
• Limpiar los armarios y llevar la ropa a una organización benéfica local.
• Proporcionar ropa de bebé a un centro local de embarazos en crisis.
• Proporcionar calcetines y ropa interior a un refugio local para personas sin hogar.
• Servir como voluntario en una tienda benéfica de segunda mano local.
4. Refugiar a las personas sin hogar
• Brindar hospitalidad a los recién llegados y a los extraños.
• Apoyar a su refugio local para personas sin hogar.
• Proporcionar un hogar para huérfanos y niños de acogida.
• Ayudar a construir una casa con Habitat for Humanity.
• Ayudar a los refugiados e inmigrantes locales.
• Dar la bienvenida a los feligreses al comienzo y al final de la Misa.
5. Visitar a los encarcelados
• Visitar a los que están en cárceles y prisiones.
• Ayudar a las familias de los presos.
• Escribir cartas a los prisioneros.
• Proporcionar Biblias y libros de oraciones a los prisioneros.
• Proporcionar empleo a los ex prisioneros.
6. Visitar a los enfermos
• Darse de voluntario en el hospital.
• Proporcionar compañía o tareas domésticas a los enfermos, los ancianos, y los confinados en sus hogares.
• Sentarse con una persona confinada en casa para que su cuidador pueda salir.
• Llevar la comunión a los confinados en sus hogares y a los hogares de ancianos.
• Ayudar a las personas mayores a firmar, poner la dirección, y enviar tarjetas.
• Realizar tareas de jardinería o de mantenimiento para quienes están confinados en casa.
7. Enterrar a los muertos
• Proporcionar compañía a los moribundos.
• Preparar una comida para una familia en duelo.
• Asistir a funerales.
• Consolar la familia del difunto.
• Ofrecerse como voluntario en el ministerio de duelo de su parroquia.
• Ayudar a una viuda o viudo con los trabajos de jardinería o los mandados.
• Visitar un cementerio y rezar por los muertos.
• Darse de voluntario en tiempo de limpieza de cementerios.
Éstas son sólo algunas ideas para vivir las obras de misericordia corporales. Esta no es una lista exhaustiva, pero espero que estimule a algunos lectores a dar nuevos pasos para poner nuestra fe católica en acción en el mundo.
Conclusión
Un día vi una excelente tira cómica pegada con cinta adhesiva en la puerta de la oficina de un compañero de trabajo. Representaba a dos personas hablando, y una decía: “A veces me gustaría preguntarle a Dios por qué permite la pobreza, el hambre, y la injusticia, cuando él podría hacer algo al respecto”. El otro preguntó: “¿Y qué te detiene?” El primer hombre respondió: “¡Temo que Dios me haga la misma pregunta!”