La pandemia de COVID-19 ha estado con nosotros aquí en el oeste de Texas por aproximadamente cuatro meses. Muchos de nosotros esperábamos que ya se hubiera ido, pero no sabemos cuándo terminará. Ha puesto nuestras vidas al revés.
Estoy muy impresionado con las muchas formas en que nuestra gente se está adaptando a las dificultades causadas por el coronavirus. Las familias han encontrado formas constructivas de vivir con gracia a través de esta pandemia. Los niños extrañan sus viejas formas de salir y divertirse, pero están tratando de aprovechar al máximo lo que tienen.
Nuestras parroquias han estado encontrando formas creativas de hacer que los sacramentos estén disponibles para nuestra gente y al mismo tiempo proteger la salud pública. Algunas han celebrado “Misas de estacionamiento,” Misa televisada, Misa de radio, distribución de la Santa Eucaristía al aire libre, confesiones al aire libre, confesiones sin salir del auto, y una variedad de formas de Misas virtuales. Estoy impresionado con el rápido aprendizaje de las complejidades tecnológicas de la transmisión en vivo por parte de tanta de nuestra gente.
Lamento las muchas formas en que esta pandemia ha traído dificultades y desilusión a las parejas y familias, ya que sus bodas no se han podido celebrar de la manera que esperaban. También lamento los muchos funerales que se llevaron a cabo con un número tan limitado de personas. Perder a un ser querido ya es muy doloroso; limitar el número de personas en un funeral ha sido aún más.
Ahora que hemos comenzado la celebración de Misas públicas, nuestras parroquias están reprogramando gradualmente celebraciones importantes como la primera Comunión, confirmación, y matrimonio. En mis viajes a las diversas iglesias en nuestra diócesis, celebrando confirmación y otras liturgias con precauciones para el COVID-19, estoy muy encantado con la oportunidad de estar de nuevo en la presencia viva de nuestro pueblo. Las medidas de distanciamiento social y seguridad son desafiantes, pero no le quitan la gracia de Dios que está activa en nuestra oración juntos.
Viviendo con COVID-19 en medio de nosotros se requiere tomar decisiones diariamente. ¿Debo buscar pruebas o no? ¿Debo darle la mano a esta persona o no? ¿Qué tan cerca de esta persona debería sentarme? ¿Debo participar en persona o de forma remota? ¿Debo ir a trabajar hoy para ayudar a poner comida en la mesa, o debo quedarme en casa para salvaguardar la salud? ¿Estoy siendo demasiado cauteloso o demasiado casual? ¿En cuáles consejos de salud debo confiar? ¿Cuáles fuentes de información son realmente creíbles? Todos necesitamos pedirle orientación al Espíritu Santo, especialmente por los dones de sabiduría, entendimiento, consejo y fortaleza.
A medida que la batalla contra el coronavirus se prolonga mucho más de lo que esperábamos, a veces nos cansamos. Estamos tentados a sentirnos frustrados e impacientes con la vigilancia constante. Nos cansamos de las medidas de distanciamiento social. Sin embargo, la situación exige una estrategia sostenible llevada a cabo con paciencia y perseverancia. Al presenciar una nueva ola del virus, con una gran cantidad de casos diarios, puede llevar a muchas más semanas y meses de dificultades y autodisciplina. Nuestra fe en Cristo nos equipa para hacer sacrificios para ayudar a proteger el precioso don de la vida humana.
Una de las virtudes cardinales es la prudencia. En nuestra diócesis buscamos un equilibrio prudente entre el bien de poner a disposición los recursos espirituales de nuestra fe católica y el bien de tomar precauciones razonables para proteger la salud y la vida de nuestros vecinos. Buscamos incorporar la información más reciente de la medicina y la ciencia, y respetamos las directrices emitidas por las autoridades gubernamentales locales, estatales y nacionales.
Sobre la base de esa consulta, nuestra diócesis ha publicado protocolos para la liturgia y los sacramentos, así como para otras reuniones y actividades de la iglesia. Esos protocolos escritos están disponibles en la sección COVID-19 del sitio web diocesano en sanangelodiocese.org . Implican las prácticas estándar que se están utilizando en todo el mundo para ayudar a limitar la propagación de esta enfermedad mortal. Estos incluyen mantener una distancia segura, usar máscaras u otras cubiertas faciales, lavarse las manos con frecuencia y desinfectar las superficies.
De todas esas prácticas, la que ha tenido más resistencia es el uso de máscaras faciales. Hay algunas personas en nuestra diócesis que tienen una oposición muy arraigada a nuestro requisito diocesano de usar máscaras faciales u otras coberturas faciales de tela cuando asisten a la Misa pública interior. Reconozco la sinceridad de esta perspectiva, pero no coincide con lo que estoy escuchando de la comunidad científica.
En su sitio web, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) ofrecen la siguiente explicación de por qué es importante usar una cubierta de tela para la cara: “Una cubierta de tela para la cara no protege necesariamente a quien la usa, sino que puede prevenir la transmisión del virus por parte de quien la usa a otras personas. El COVID-19 se propaga principalmente de persona a persona a través de las gotitas respiratorias producidas cuando una persona infectada tose, estornuda, habla o eleva la voz (por ejemplo, al gritar, corear o cantar). Estas gotitas pueden terminar en la boca o en la nariz de quienes se encuentran cerca o posiblemente ser inhaladas y llegar a los pulmones. Estudios recientes muestran que una significativa cantidad de personas con COVID-19 no tiene síntomas (son ‘asintomáticas’), y que incluso quienes luego presentan síntomas (son ‘presintomáticos’) pueden transmitir el virus a otros antes de manifestar síntomas. Para reducir la propagación del COVID-19, los CDC recomiendan que las personas usen cubiertas de tela para la cara en entornos públicos cuando estén con otras personas fuera de su hogar, especialmente cuando sea difícil mantener otras medidas de distanciamiento social recomendadas. Usar una cubierta de tela para la cara ayudará a proteger a las personas que lo rodean, incluidas aquellas con mayor riesgo de enfermarse gravemente a causa del COVID-19 y trabajadores que entran en contacto frecuentemente con otras personas (por ejemplo, en tiendas y restaurantes). Es muy probable que las cubiertas de tela para la cara reduzcan la propagación del COVID-19 cuando las personas las usan de forma generalizada en entornos públicos. Es posible reducir la propagación del COVID-19 cuando se usan cubiertas de tela para la cara junto con otras medidas de prevención, entre ellas el distanciamiento social, el lavado frecuente de manos, y la limpieza y desinfección de las superficies que se tocan con frecuencia.”
Hemos estado consultando regularmente los hallazgos de la medicina y la ciencia. El consenso abrumador es que usar máscaras faciales es parte integral de la lucha contra esta enfermedad. Por ejemplo, los investigadores de Texas A&M y otras universidades publicaron recientemente un estudio en la edición actual de
Proceedings of the National Academy of Sciences. Al comparar los procedimientos de mitigación en China, Italia y la ciudad de Nueva York, descubrieron que las máscaras faciales son el factor determinante para frenar la propagación de la pandemia de COVID-19. Descubrieron que las mascarillas son significativamente más efectivas que otras medidas de prevención.
El Gobernador de Texas Greg Abbott también apoya el uso de máscaras faciales. En su conferencia de prensa el 22 de junio de 2020, dijo: “Datos científicos y médicos adicionales han demostrado que usar una máscara es una de las formas más efectivas para reducir la propagación de COVID-19.” Llamó a las personas a recuperar un sentido de comunidad, a estar de acuerdo hacer sacrificios para limitar la propagación del virus. El 25 de junio, dijo, “Les pido a todos los tejanos que hagan su parte para frenar la propagación de COVID-19 usando una máscara, lavándose las manos regularmente y alejándose socialmente de los demás.”
El requisito de usar una máscara facial o una cubierta de tela para la Misa en el interior u otras actividades de la iglesia en el interior se basa en la ciencia y la responsabilidad básica. No se trata de preferir un partido político sobre otro. No se trata de cobardía, sino de sentido común. No se trata de miedo, sino de prudencia. Es una aplicación simple de nuestra ética pro-vida. La vida es preciosa y sagrada. En respuesta a 5º mandamiento, “No matarás”, estamos llamados a tomar medidas razonables que han sido probados científicamente para prevenir la propagación de una enfermedad mortal y proteger la vida humana.
En los Estados Unidos y en el resto del mundo, uno de cada veinte casos diagnosticados de COVID-19 ha terminado en muerte. Este virus está muy presente en el oeste de Texas. Le pido a todas las personas de nuestra diócesis a que estén dispuestas a ir más allá de la irritación y la incomodidad de las máscaras para salvar vidas. Jesús enseña que el mandamiento más importante es amar a Dios, y el segundo es amar al prójimo como a uno mismo (Marcos 12:28-31, Lucas 10:25-28). Amar al prójimo incluye no ponerlos en riesgo de muerte. Si el dejar a lado nuestras preferencias personales o menores inconveniencias puede hacer una diferencia de vida o muerte para otra persona, deberíamos estar dispuestos a hacerlo.